El trabajo de Yoshinori Oshumi para revelar la importancia de la autofagia e identificar los genes responsables de este proceso celular, tiene implicaciones de condiciones que van desde el cáncer a la enfermedad de Parkinson con el proceso de envejecimiento en sí mismo.
En los últimos doce años más o menos, los investigadores han examinado el papel de la autofagia en la diabetes, tanto la diabetes de tipo 1 y la diabetes de tipo 2.
Una exhaustiva revisión en el estudio realizado en 2011, sobre el tema, encontró que los niveles elevados de glucosa parecen desencadenar de alguna manera un proceso de estrés que interrumpe la autofagia.
A pesar de su nombre derivado de los términos griegos para «auto-alimentación», la autofagia está lejos de ser perjudicial; más bien, es esencial para la secreción de insulina.
De acuerdo con un comunicado del comité del premio Nobel, el trabajo de Oshumi fue crucial en la revelación de la importancia fundamental de la autofagia, que permite que las células se adapten al entorno, responden a la falta de alimentos, o para luchar con infecciones.
Los descubrimientos de Oshumi condujeron a un nuevo paradigma en la comprensión de cómo la célula recicla su contenido.
Sus descubrimientos abrieron el camino a la comprensión de la importancia fundamental de la autofagia en muchos procesos fisiológicos. Las mutaciones en los genes de autofagia pueden causar la enfermedad, y el proceso de autofagia está implicado en varias enfermedades, incluyendo el cáncer y las enfermedades neurológicas.
Los trabajos que son anteriores descubrimientos de Oshumi identificaron la importancia de los orgánulos, o grandes piezas de contenido celular, que contienen la materia para ser destruidos.
Oshumi llevó a cabo una serie de experimentos con células de levadura que mostraron que la degradación se llevó a cabo dentro de las células y fue, de hecho, fundamental para su funcionamiento.
Desde los experimentos de Oshumi, la investigación sobre la diabetes se ha centrado en lo que ocurre cuando se deteriora la autofagia, causando orgánulos como mitocondrias para acumular en la célula.
En el trabajo de Oshumi se discuten las relaciones entre los niveles altos de glucosa, el estrés oxidativo, y el papel de la autofagia en la disfunción de las células beta.
Esto comienza con el papel que la función mitocondrial alterada juega con los mecanismos que contribuyen a la resistencia a la insulina.
Los autores escriben que el glucagón, que describen como «una hormona contra-reguladora de la insulina,» induce a la autofagia, y que muchas de las partes críticas de la célula responsables de la sensibilidad a la insulina y la supervivencia de las células beta se basan en la autofagia para mantener la función normal de las células.
El documento de 2011, dirigido por Claudio D. González, médico, de la Universidad de Buenos Aires, y John W. Wiley, médico de la Universidad de Michigan, discute con cierto detalle el papel del fármaco rapamicina, que induce autofagia y tiene tanto propiedades antitumorales e inmunosupresores.
Irónicamente, un grupo diferente de los científicos, asociados con el desarrollo de la rapamicina, los científicos Michael N. Hall, David M. Sabatini, y Stuart L. Schreiber, habían sido predichos por algunos expertos para ganar el Premio Nobel de Medicina, pero eligieron a Oshumi con sus experimentos más fundamentales en su lugar.
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